De startup a scaleup, la evolución natural de las empresas que no siempre se produce
Las empresas siguen una evolución similar al ritmo vital de cualquier persona: nacen, crecen y a veces se reproducen y mueren. Nunca siguen un camino estático, y todas ellas tienen unas preferencias y necesidades diferentes conforme van avanzando en su ritmo cotidiano.
Cualquier startup nace como una pequeña compañía que va creciendo al calor de las nuevas tecnologías. Tienen un alto componente de riesgo, pero su potencial de crecimiento también es mayor que el de cualquier otra empresa, por lo que atrae a numerosas inversiones.
No en vano, en los últimos años, hay ejemplos de empresas de este tipo que han logrado una facturación propia de organizaciones mucho más grandes y consolidadas, como Uber, Airbnb, Pinterest, Spotify, Dropbox o Snapchat.
Todas ellas se han convertido en algún momento en scaelups, que es el paso siguiente al de las startups, a pesar de que muchas de ellas ya se encuentran en un estadio superior. La OCDE define una empresa de este tipo cuando consigue un rendimiento anualizado promedio de al menos el 20 por ciento en los últimos 3 años con al menos 10 empleados al comienzo del período.
La realidad de las startups: muy pocas empresas logran sobrevivir
No obstante, el paso de startup a scaleup no siempre es posible, o su paso es más bien efímero. Según un estudio de Startup Genome, solo 1 de cada 12 startups logra sobrevivir, lo que da una idea de la dificultad por consolidar los negocios de menor tamaño.
Este dato revela la dificultad por mantener el negocio de las startups después de unos años de actividad. Ya sea por la feroz competencia de nuevas empresas debido a las pocas barreras de entrada, por sus elevados costes o porque la estructura de las startups no alcanza la forma esperada, lo cierto es que manetener un negocio de este tipo no es en absoluto sencillo.
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La noticia De startup a scaleup, la evolución natural de las empresas que no siempre se produce fue publicada originalmente en Pymes y Autonomos por Diego Lorenzana .
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